La hipertensión arterial (HTA) constituye hoy día un problema de salud pública de primera magnitud, tanto por su elevada prevalencia como por el incremento asociado de complicaciones cardiovasculares y renales. Es el principal factor de riesgo asociado a mortalidad y la tercera causa de discapacidad (Ezzatti, 2002).

La elevada prevalencia de la HTA no sería un problema tan grave si la mayor parte de los pacientes hipertensos mostrara un adecuado control tensional, con cifras de presión arterial dentro de los objetivos marcados en las guías de consenso de manejo de la HTA. Sin embargo, los datos obtenidos en numerosos estudios muestran que la situación actual es justamente la contraria. En España, cuando se analizan cohortes de pacientes hipertensos atendidos en centros sanitarios, queda patente la modesta mejora que se ha producido en los últimos años en el grado de control de la hipertensión a pesar de la evolución de los tratamientos farmacológicos.
Una de estas nuevas aproximaciones es el automanejo por parte del paciente, cuyo uso ha sido ya implantado con éxito en otras patologías crónicas como la diabetes. Este automanejo se fundamentaría en dos estrategias complementarias: la auto-medida domiciliaria de la Presión Arterial (AMPA) y el autoajuste del tratamiento.

Estas auto-medidas tienen un gran valor para el manejo clínico del paciente, porque, entre otros hechos positivos, permiten obtener un elevado número de mediciones lejos del entorno médico, lo que en la práctica representa una valoración más fiable de la verdadera presión arterial (PA) que la medida en consulta.
Respecto a la automedida o AMPA, el desarrollo de equipos de medida de la PA automáticos, de fácil manejo y fiables, a un coste cada vez menor, ha provocado su rápida implantación en un creciente número de hogares.

Por tanto es de esperar que el registro domiciliario de la PA sea cada vez más común, puesto que su utilización supone una serie de ventajas:

  • Mejorar el diagnóstico de la HTA, en especial de la HTA mantenida y la HTA clínica aislada, al no acompañarse de reacción de alerta.
  • La lectura automática de la medida reduce el sesgo del observador.
  • Presenta una mayor reproducibilidad que la presión arterial clínica o de consulta.
  • Mejor información acerca de la variabilidad de la PA.
  • Mejor selección y seguimiento de hipertensos que va a participar en ensayos clínicos.
  • Buena correlación con la afectación de órganos diana.
  • Valorar el efecto de los fármacos o estrategias antihipertensivas.
  • Estudiar la HTA refractaria, situación clínica que supone no alcanzar cifras de PA inferiores a 140/90 a pesar del empleo al menos tres fármacos antihipertensivos, siendo uno de ellos un diurético.
  • Mejorar la adherencia al tratamiento, al involucrar más al paciente en el control de su enfermedad.
  • Reducir los costes de seguimiento de la HTA, al dilatar el tiempo necesario entre visitas a la consulta médica.